Actualmente, nuestro Ateneo Libre de Benalmádena, como todos los ateneos de nuestro país son difusores de cultura y centros que acogen a un número indeterminado de socios y «socias». Enfatizo el femenino porque no siempre ha sido así, como intentaremos resumir en los siguientes párrafos.
El decano de la institución es el Ateneo de Madrid, fundado en 1835 como Ateneo Científico y Literario y por sus salones pasaron seis presidentes de Gobierno y casi todos los Premios Nobel españoles, políticos de la Segunda República e intelectuales de las generaciones del 98, del 14 y del 27; es decir, recordando la letra de un castizo chotis: «la crema de la intelectualidad». Sin embargo, como ya apuntamos, tuvieron que pasar 70 años para que las mujeres pudieran ser admitidas como socias, ya que no se les permitió acceder al derecho de la educación, de forma general e institucional, hasta principios del siglo XX. Hasta entonces, sólo unas pocas intelectuales tuvieron el privilegio de contarse entre esa «crema» pero… pasando por una especie de antesala como «socias de mérito», distinción que se otorgaba a quienes hubieran prestado «servicios eminentes» a la Institución.
La primera mujer distinguida fue la pintora gaditana Alejandrina Gessler y Lacroix (1831-1907), conocida artísticamente como «Anselma». Era hija de ruso y malagueña, y también la primera artista femenina en ser admitida en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Como escritora, firmaba con el pseudónimo de «Fulana De Tal». A ella la siguió como «meritoria» la pianista de fama internacional María Luisa Guerra (1869-1949), argentina de ascendencia española. Otro de los nombres de los que se hizo eco la prensa fue la de la pianista y compositora, María Luisa Chevalier (1869-1891), invitada para actuar ante los socios. Pero tuvieron que pasar algunas décadas para aceptar, no sin polémica, a la primera socia de pleno derecho: Emilia Pardo-Bazán en 1905. De ella y de otras socias ilustres trataremos más adelante.
Los antecedentes: Junta de Damas de Honor y Mérito, Ateneo Artístico y Literario de Señoras.
Los primeros pasos que se habían dado para incorporar a las mujeres (mujeres de la aristocracia y de las clases medias ilustradas) a estos centros del saber se remontan al siglo XVIII y al círculo ilustrado de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, que creó una sección separada en la que se admitieron varias socias «de mérito» como María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda (1767-1803) o María Josefa Alfonso Pimentel y Téllez Girón (1752-1804). Se denominó Junta de Damas de Honor y Mérito y fue autorizada por Real Orden en 1787. Sus principales defensores fueron Melchor Gaspar de Jovellanos (1744-1811), Francisco de Cabarrús (1752-1810) o la pedagoga zaragozana Josefa Amar y Borbón (1749-1833), entre otros. Su principal acción sería «establecer y radicar la buena educación, mejorar las costumbres con su ejemplo y con sus luces, introducir el amor al trabajo y fomentar la industria». Siguiendo esta premisa, en 1799 las mujeres lograron que Carlos IV les autorizara a dirigir la Real Inclusa de Madrid y el Colegio de Niñas de la Paz en 1807. En 1819 la Junta de Damas abrió la Escuela de Enseñanza Mutua para niñas y en 1838, la supervisión del Colegio de Huérfanas de la Unión. En 1860 se inauguró la Casa de Maternidad y en 1871, el Asilo de los Hijas de las Cigarreras. Finalmente, en 1920, La Junta de Damas obtuvo la personalidad jurídica propia para conseguir sus fines. En resumen, todos ellos los podríamos enclavar en lo que se suelen denominar «trabajos caritativos», desempeñados con frecuencia por las mujeres durante siglo XIX, antes de su verdadera incorporación al mercado laboral.
La primera mujer distinguida fue la pintora gaditana Alejandrina Gessler y Lacroix, conocida como ‘Anselma’
Al margen, o más bien paralelamente, sería durante lo que se conoce como «Sexenio Revolucionario» (1868 y 1873) cuando este tipo de actuaciones da un paso más allá de las actuaciones filantrópicas y de beneficencia que caracterizaba a la Junta de Damas. Con una visión más universalista y pedagógica, en 1869 se crea el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, asociación de enseñanza universal, científica, religiosa y recreativa, promovida por Fernando de Castro, con la escritora madrileña Faustina Sáez de Melgar (1834-1895) y Concepción Arenal (1820-1893) . Fue este un momento histórico en el que la educación empieza a estar influida por las ideas de krausismo que predicaba la coeducación. Como objetivo fundamental: la instrucción y formación que permitieran un medio de vida a la mujer, a quien empieza a verse individuo con derecho a una educación como ciudadana, unas ideas que beben del Krausismo y que serán el germen de la futura Institución Libre de enseñanza.
En esta misma línea de pensamiento surgen iniciativas como las Conferencias Dominicales para la Educación de la Mujer y la Escuela de Institutrices, ambas en 1869, que sería el punto de partida para la creación de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (AEM) constituida en 1870 y en años siguientes las Escuelas de Comercio para Señoras (1878-1879), la Escuela de Correos y Telégrafos (1883) y las escuelas de Primera Enseñanza y Preparatoria, además de ofrecer clases de Idiomas, Música, Artes Aplicadas, Corte y Confección. Ya en el siglo XX se incorporará una Escuela de Mecanógrafas y otra de Delineantes. En este Ateneo participaron y colaboraron mujeres como Concepción Arenal, duquesa de la Torre (1831-1917), las escritoras Joaquina García Balmaseda (1837-1911) Emilia Álvarez Mijares de Real (1834-1909), Micaela Silva (1809-1889) o Dolores Cabrera Heredia (1828-1889), entre otras. Ya en 1906 aparece el Centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina.
El Lyceum Club y el Ateneo Femenino Margerit
Ya bien entrado el siglo XX las mujeres no se conformaban con lo conseguido, querían tener una «habitación propia», como decía Virginia Wolff, así que decidieron crear en Madrid en 1926, a imitación de los ya existentes en el extranjero, el Lyceum Club Femenino . En 1932, durante los años de la Segunda República, nacieron otras organizaciones feministas, como el Ateneo Femenino Magerit, que fue el primer ateneo exclusivamente para mujeres, y que a las pocas semanas de abrir sus puertas ya contaba con cuatrocientas afiliadas que eran, sistemáticamente atacadas por la prensa conservadora y grupos ultras, como lo eran también las socias del Lyceum. Ambos tuvieron que hacer frente al acoso de los sectores sociales más conservadores. 1939 constituyó el final de la mayoría de estas asociaciones. El Lyceum, por ejemplo, fue confiscado por la Sección Femenina, que lo convirtió en el Club Medina. Muchas de las socias marcharon al exilio, como la escritora y dramaturga María Teresa León (compañera de Alberti), quien escribiría en su libro Memorias de la melancolía que se habían logrado cuotas, pero eran muchas las metas por alcanzar. Lo que no cabe duda es de que aquellas mujeres se habían propuesto «adelantar el reloj de España», un reloj que, a pesar de todo, no se ha conseguido poner aún en hora a la hora para las mujeres en nuestro país.
En el próximo artículo trataremos de algunas de las socias más relevantes de los Ateneos de Madrid y Barcelona, figuras imprescindibles para comprender la historia de unas mujeres extraordinarias, apenas conocidas.
Por Rosa M. Ballesteros García.
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