Está considerado como el cardiólogo español más prestigioso del siglo pasado. Estudioso de la funcionalidad e histología cardiacas, fue el introductor de la electrocardiografía en nuestro país y motor del postrero desarrollo científico que supuso la Junta de Ampliación de Estudios para la Ciencia española.
Nació en Cartagena en 1890, en el seno de una familia de tradición médica, trasladándose a Madrid en 1906 para cursar los estudios de Medicina graduándose en 1911 y recibiendo la influencia de Cajal, Achúcarro y Madinavetia. Inicia sus investigaciones en la histología cardiaca, obteniendo una beca de la JAE para proseguir sus estudios en Berlín donde trabaja, en el hospital municipal de Moabit, con el anatomopatólogo Carl Benda, de donde pasó al Hospital de Charité para estudiar electrocardiografía con Friedrich Kraus, y de aquí a Friburgo donde trabaja con los discípulos de Aschow. De estos dos años emanan diversos informes sobre el funcionamiento cardiaco (“Anatomia del sistema de conducción atrioventricular del corazón”, “Valor clínico del electrocardiograma”, “Contribución al diagnóstico funcional del corazón derecho”, “Relación entre la frecuencia del pulso y la duración del sístole ventricular en el hombre determinado por medio del electrocardiograma”, “Estudios poligráficos del pulso con especial atención al pulso venoso”, “Diagnostico venoso del pulso”, etc.).
A su regreso en 1914 es nombrado director del Laboratorio de Anatomía Microscópica de la Residencia de Estudiantes, a cuyo lado se fundó el de Fisiología (Juan Negrin), el de Fisiología y Anatomía de Centros Nerviosos (Juan Lafora), Química Fisiológica (Antonio Madinavetia) e Histología (Pio del Rio Hortega). Lo dirigió hasta 1932.
Luis Calandre Ibáñez fue el introductor de la electrocardiografía en nuestro país
En 1916 se casa con Francisca Díaz de la Cebosa con la que tuvo 4 hijos, y en 1919 es nombrado miembro de la Academia de Medicina de Madrid, y en 1920 funda, junto con Pittaluga, la Revista “Archivos de Cardiología y Hematología” (la primera revista que menciona la palabra cardiología). En 1921 lee su tesis doctoral “Significación clínica de las arritmias”. Su prestigio se hace patente al recibir en 1922 la medalla Echegaray, y en 1925 el Premio Iglesias y Díaz, de la Real Academia de Medicina, y fue nombrado profesor de Semiología Cardiovascular en la Cátedra de Patología General. Impartió diversas conferencias y organizó cursos sobre cardiología, siendo nombrado médico consultor de esta materia en el Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid y Médico de Número de dicha Institución.
Paralelamente su compromiso social aumenta con la llegada de la República publicando artículos de opinión en la prensa y firmando manifiestos en pro de todas las causas de progreso. Con la llegada de la guerra civil se hizo cargo, como médico civil, del hospital de enfermos y heridos de la calle de Joaquín Costa y más tarde transformó los pabellones de la Residencia de Estudiantes en Hospital de Guerra del Cuerpo de Carabineros en donde controló la extensión de paludismo desatado en los frentes de Madrid. Fue subdelegado de la JAE hasta 1939.
Terminada la guerra, terminó la trayectoria científica del Doctor Calandre que fue sometido a dos Consejos de Guerra sucesivos, por la denuncia del Colegio de Médicos de Madrid que se opuso a la absolución inicial, y del que derivó cárcel, pérdida de sus cargos oficiales y prohibición de ejercer su profesión en Madrid, por lo que se limitó a la reedición de sus libros y a la práctica privada cuando pudo. No obstante, aún publicó tres nuevas obras antes de su fallecimiento en 1962: “Electrocardiografía” (1942), “Tratado de las enfermedades del corazón” (1942) y “Electrocardiografía práctica” (1955). Tres obras en los últimos veintidós años de su vida lo que contrasta fuertemente con los ochenta trabajos publicados en sus primeros veintisiete años de dedicación profesional. Todo un dramático ejemplo práctico de lo que supuso el franquismo para la ciencia española.
Por Jesús Lobillo Ríos, presidente del Ateneo Libre de Benalmádena.