Creemos conocer el neoliberalismo cuando en realidad no sabemos exactamente lo que es ni de dónde viene.
No se trata de una doctrina económica falsa o arcaica, sino de un conjunto de prácticas y de normas construidas política, institucional y jurídicamente.
El neoliberalismo no gobierna principalmente a través de la ideología sino a través de la presión ejercida sobre los individuos por las situaciones de competencia que crea. Es mucho más que un tipo de capitalismo. Es una forma de sociedad e incluso, una forma de existencia. Lo que pone en juego es nuestra manera de vivir, las relaciones con los otros y la manera que nos representamos a nosotros mismos. No sólo tenemos que vérnoslas con una doctrina ideológica y con una política económica, sino también con un verdadero proyecto de sociedad (en construcción) y una cierta fabricación del ser humano.
El neoliberalismo trata de extender la lógica del mercado más allá de la estricta esfera del mercado mismo y con ese fin reformar el funcionamiento interno del Estado, de manera que este sea la palanca principal de esa extensión.
En el neoliberalismo, la competencia y el modelo empresarial se convierten en un modelo general de conducta e incluso también en una especie de forma de vida, de forma de gobierno en sí mismo. No sólo son los salarios de los diferentes países los que entran en la lucha económica, sino que todos los individuos establecen relaciones “naturales” de competición entre ellos. Este proceso se produce muy concretamente a través de mecanismos muy variados, como por ejemplo la destrucción de las protecciones sociales, el debilitamiento del derecho al trabajo, el desarrollo deliberado de la precariedad masiva o el endeudamiento generalizado de los estudiantes y las familias. Se trata de hundir al máximo de gente posible en un Ser “empresa de sí mismo” y esto significa vivir por completo en el riesgo, compartir un estilo de existencia económica hasta ahora reservado exclusivamente a los empresarios cuyo universo es la competición enviando un mensaje al ciudadano para que gane el más competitivo.
Esto es como si la lógica de acumulación indefinida del capital se hubiese convertido en una modalidad subjetiva. Ese es el infierno social e íntimo al que el neoliberalismo nos conduce. Desde la misma fundación de Europa, la lógica de mercado y sus principales condiciones monetarias, sociales y presupuestarias, se ha colocado fuera del alcance de toda voluntad democrática. Y ello sea cual sea la catástrofe a la que conducen estas políticas. El imperativo de la competitividad que anima a cada país miembro a hacer uso del dumping fiscal y salarial para atraer capitales es, en realidad, un principio autodestructivo de la democracia y de Europa.
De acuerdo con los principios de la nueva religión mundial del neoliberalismo, no basta con ganar la máxima cantidad de dinero y gastarlo en la continua y perversa liturgia del consumismo. También se considera una virtud el perseguir ese objetivo con la menor consideración posible hacia el prójimo. El respeto a los demás no encaja con la mentalidad ganadora que admiramos e inculcamos a nuestros hijos. El egoísmo es una condición necesaria para el éxito. Un emprendedor altruista es un mal emprendedor, y el dogma neoliberal exige a todos sus fieles que se conviertan en emprendedores y se entreguen por entero al juego de ganadores y perdedores. En este juego el ganador no solo obtiene su beneficio a costa de los otros, sino que además es muy consciente de ello. Esas son las reglas de juego. Quien muestra absoluto desprecio por los demás, al mismo tiempo que sigue los dictados del hedonismo sin ningún escrúpulo, se transforma en un semidiós y en un ejemplo para todos nosotros.
Mentir te convierte en un dios… y decir la verdad solo en reportero
Mentir te convierte en un dios… y decir la verdad solo en reportero. El mentiroso crea un mundo con sus palabras…” en un principio fue el verbo”. Dices y en función de lo que dices, la cosa ocurre…Pero hay que saber decir por supuesto, repetirlo con insistencia desde la tribuna adecuada y si hace falta con algunos efectos especiales. Todo sucede en nuestra mente…la realidad importa poco….verificar nunca nos ha interesado y cada vez resulta más difícil…Si controlas suficientemente los estímulos de la gente, las personas verán , pensaran y sentirán lo que tú quieras. Si la cambias de nombre la cosa también cambia…y si la dejas de nombrar la cosa desaparece. Puedes crear la cosa o destruirla como Dios. Para que te crean es mejor saber mentir que lanzarse espontáneamente a contar la verdad. La emoción o el desconcierto ante el hecho real hacen que tu relato parezca algo caótico y resulte menos convincente. El mentiroso no está afectado por el acontecimiento y puede organizar mejor su discurso…y ha de fingir los sentimientos de manera más conmovedora. La gente está dispuesta a creerte… sobre todo si les gusta lo que dices. A la hora de escoger entre lo bueno y lo verdadero no lo dudamos: escogemos lo bueno.
Nuestra identidad no se construye con razonamientos sino con conveniencias. Preferimos lo consolador a lo revelador, la felicidad a la evidencia. Y a partir del momento en que tú me crees, yo ya no te estoy mintiendo. He logrado hacer verdad mis palabras en tu cerebro.
Nadie nos enseña a mentir, aprendemos desde niños: para hacernos querer, para hacernos notar, para disimular nuestros miedos… Los humanos tenemos una gran experiencia en el arte de mentir, nuestro lenguaje corporal nos delata cuando mentimos y lo que dicen las palabras lo contradicen los gestos. Así que mentir y ser convincente no es tarea fácil, solo unos pocos saben cómo hacerlo.
Los esfuerzos de quienes se empeñan en contar la verdad son infructuosos. Demasiados intereses por parte de quienes escriben … y demasiada necesidad de integrarse en un bello mito por parte de quienes escuchan. Toda la vida es una justificación: hacemos en la política lo mismo que Magritte en la pintura…No tenemos personalidad sino un amplio abanico de personajes que adoptamos según las situaciones …no hay solo un yo, sino circunstancias: los políticos son las personas que nos convienen en cada circunstancia o las que nos convencen para que adoptemos ciertas medidas.
Los dos grandes pilares aglutinadores de la ciudadanía son: el primero ponerles un objetivo delante y el segundo, un enemigo en contra. En esta época de crisis resulta difícil darles un objetivo: ni mejoras laborales, ni progreso económico y mucho menos un paraíso social… así que es mejor buscar un enemigo. Deberíamos también aprovechar la actitud sumisa de la ciudadanía para asegurarnos un electorado manipulable, y nuestro mayor éxito sería que este reivindicase su propia esclavitud. El discurso político es pura ingeniería léxica que logra implicar a su público como si formase parte del cuento, consiguiendo la programación mental del mismo. No hace falta amenazar y mucho menos eliminar. Son reminiscencias de cuando no contábamos con las actuales herramientas de persuasión. Y es que una mentira se convierte en verdad cuando todo el mundo la cree y además mentira o verdad ¿Qué más da…? Se trata de un falso debate…
Las nuevas tecnologías nos permiten adelantarnos al pensamiento del ciudadano, incluso inducirlo. En el futuro no habrá vigilantes ni vigilantes de los vigilantes porque no habrá revoluciones ni movimientos de protesta. En la comunicación ya no se hablará de culpables ni de causas porque no habrá espacios para el debate. El asesor contribuye a la egolatría del líder: un buen asesor puede convencer a cualquiera de su propia genialidad. El poderoso ha asumido que su vida vale más que la de los demás y los que no se identifiquen con la suya merecen la muerte política. En eso consiste el ejercicio del poder.
A través de estas reflexiones he querido demostrar que la mentira política es un arma o un argumento más dentro de la estrategia del neoliberalismo.
Por Luis Miguel Nicolás Bueno, Ingeniero Aeronáutico y miembro del Ateneo Libre de Benalmádena.
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