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Foto de Alejandro Piñero Amerio en Pixabay
Foto de Alejandro Piñero Amerio en Pixabay

Parece haber consenso en los círculos de poder acerca de que los proyectos para salvar la especie de la extinción debida al cambio climático deben enfocarse hacia el exterior. Los sabios hablan de colonizar planetas a donde escapar del desastre que se avecina, pero hay razones para pensar que ya es demasiado tarde. La tecnología necesaria para salir del sistema solar avanza más despacio que la destrucción del medio y es seguro que el tiempo se ha agotado. La salvación no está afuera sino aquí. La crecida exponencial del calentamiento presagia alcanzar la temperatura crítica antes de lo deseable y como pasa en las situaciones de emergencia lo práctico no es buscar culpables sino encontrar soluciones. Los cálculos más optimistas prevén un plazo máximo de cien años antes de que las condiciones ambientales empiecen a ser incompatibles con sistemas esenciales para la supervivencia de la especie humana. Es hora de volver a la Pachamama. Habrá que habilitar un ecosistema subterráneo en el que refugiarse para mantener la vida durante el tiempo de recuperación que pueden ser siglos e incluso milenios. Prepararse para un periodo largo, cavar pasadizos, construir habitáculos con sistemas de depuración de basura que eviten que se repita el bucle de contaminación que ha llevado al inminente colapso.

Habrá que habilitar un ecosistema subterráneo en el que refugiarse para mantener la vida durante el tiempo de recuperación, que pueden ser siglos e incluso milenios

Una primera consecuencia será la desaparición natural de una franja amplia de población. Ancianos, personas débiles y enfermos sucumbirán sin poder ser enterrados sembrando de carroña la caliente superficie terrestre. Se producirán grandes catástrofes en ciudades saturadas siendo la esperanza las zonas de selva, sobre todo, en África como al principio. Bajo las raíces se podrá construir un hábitat húmedo para el cultivo de vegetales que no necesiten luz como setas, trufas y el cereal marino que acompañarán en la dieta a lombrices e insectos. La energía no será problema porque se dejarán encendidas centrales térmicas, eólicas y fotovoltaicas antes del retiro. Será imprescindible utilizar sólo material biológico que vertido al exterior junto a los excrementos proporcionará el abono necesario para la recuperación de una flora adaptada a nuevos ciclos. La larga permanencia en el subsuelo borrará las diferencias que los distintos grados de exposición a la luz solar ha causado en la piel de los humanos confluyendo en un timbre albino y lampiño.

Con el tiempo se llegarán a construir grandes ciudades subterráneas con medios de transporte, locales de ocio, estadios y parque temáticos como ocurre en la vida al aire libre. A la segunda generación les parecerán fabulosas las historias del pasado celeste como ocurre hoy al evocar leyendas cavernarias. Cuando el sol cueza los plásticos, aceros y pesticidas con los que la civilización ha envenenado la Naturaleza y se suavice el clima, la gente empezará a salir para conquistar de nuevo la faz de la Tierra, advertida de que colaborar rinde más que confrontar.

Por Salvador Perán Mesa, ex profesor titular de Bioquímica.

Benaltertulias.blogspot.com